Cuando intento dormir

Al acostarme, soy de las personas que se revuelcan por toda la cama. Hay días que me paseo por todo el colchón, hasta poder conciliar el sueño. A veces, con la cabeza hacia la cabecera (que no tengo), y a veces, con la cabeza hacia el pie de cama (que tampoco tengo).

Hay días que duermo con tres almohadas, y días que necesito sólo una, hecha bolita. La verdad es que al acostarme, quisiera ser un perro, que no necesita de nada más que un par de giros para encontrar su posición y ponerme a descansar.

La procrastinación y la depresión

Lo más chistoso de este post, es que lo llevo procrastinando como cuatro días, al grado, que tengo esos días con las pestañas abiertas de las páginas de referencia que me dieron ideas para escribir al respecto. La palabra procrastinación, aunque personalmente la uso desde hace muchos años, sigue sin ser una palabra tan popular, aunque siento, va aumentando en el uso cotidiano de la lengua. Su significado: dejar para después. ¿Su origen? les recomiendo leer a Gabriel Zaid.

Hay una estrecha relación entre la procrastinación y la depresión. Cuando mi estado de ánimo es elevado, mi energía aumenta, y mis ganas de hacer las cosas también. Son esos momentos altos en los que aprovecho para sacar todos los pendientes acumulados. Sin embargo, cuando me encuentro decaído, o incluso, en un estado medio, pospongo mis deberes y ahogo mis ganas de hacer algo.

Leo en Pijama Surf que la procrastrinación es una forma de autosabotaje. Y claro que lo es.

En palabras de la profesora de Psicología en la Universidad de Sheffield, Fuschia Sirois, <<no tiene sentido hacer algo que sabes que tendrá consecuencias negativas. Las personas se enganchan en este círculo irracional de procrastinación crónica debido a una incapacidad para manejar estados de ánimo negativos en torno a una tarea>>.

Yo, con mi título virtual en psicología que me da el padecer depresión por algún tiempo 🙂 , agregaría algo importante: la depresión tiene como consecuencia la falta de concentración, que a su vez, tiene como consecuencia la pérdida de memoria, y la dificultad para tomar decisiones, y es ahí, en la dificultad para tomar decisiones (muchas veces, aun sabiendo qué es lo que quieres) en donde la procrastinación se activa como una herramienta de falsa protección.

Tengo claro también, que la depresión (y los momentos de ansiedad, que van de la mano) se agudizan cuando dejas pendientes en la cabeza. Alguna vez leí que, cada que posponemos algo, no lo podemos borrar de nuestro inconsciente, y eso puede ser causa de estrés, insomnio, etc. Por otro lado, cada que concluimos una tarea, nuestro cerebro la registra como concluida y la deja en el pasado.

La procrastinación también es el efecto de pensar en el confort que da el corto plazo, y no el mediano o el largo plazo. Es darle juego al miedo por la inseguridad que muchas veces tenemos de no estar a la altura de las circunstancias. Es creer, tontamente, que siempre va a haber oportunidad de realizar lo postergado.

Estar abierto a cualquier ayuda

Una de las cosas que, creo, me ayudan un poco en este proceso contra la depresión, es el hecho de que no estoy cerrado a casi ninguna opción que pueda ser de ayuda. Por eso, hace unos días, mi hermana me envió una invitación de un taller que vio en un grupo de FB que se llamaba «Entendiendo la depresión».

El taller se llevó hace dos días. Fue un taller de 2 horas y media al cual acudimos cinco personas. La terapeuta es una señora un poco hippie, muy buena onda, que nos contó su experiencia con la depresión a través de los años. Se expusieron algunos conceptos nuevos para mí, como, por ejemplo, la depresión y el Samsara (ciclo de nacimiento, vida y muerte), y el enfoque budista de que la depresión es una de las energías más dignas que existen. Otras cosas me sirvieron para recordarlas, porque muchos conceptos ya los he visto a lo largo de todo el tiempo en terapia psicológica, como el hecho que la depresión se da cuando perdemos el control de las circunstancias. Además, hubo meditación, que siempre es buena para calmar la mente.

Nunca había acudido a un taller acerca de la depresión. Las terapias a las que he ido, han sido individuales, y el estar ahí, compartiendo, más que experiencias (porque no hubo intercambio de vivencias, sino que el taller fue muy personal), el espacio junto a personas que sabes que pasan por una situación parecida a la mía, me hizo sentir que uno no está solo viviendo esta circunstancia.

Leer poesía

Lo maravilloso de la poesía es que nunca es la misma: la lees una vez para conocerla, dos para entenderla, tres para sentirla. Cuatro, cinco… diez, para volverla a entender y volverla a sentir. Porque nunca es la misma.
Por eso, uno nunca termina de leer un libro de poesía. Porque puedes contar una novela, pero no un poema. Porque la historia es permanente, mas no el sentimiento. Porque la poesía es infinita.

Me da miedo pasear a mis perros

Dolly (Husky) y Mocoso (cruza de labrador) sufren por mis miedos. Si antes los paseaba poco, ahora es casi nulo. Hoy decidí romper eso. Le puse su pechera a Mocoso, y agarré la correa de Dolly. Salí nervioso porque, justo frente a mi casa, hay una perra pitbull (aunque no muy grande). La perra, en cuanto vio que salía con mis perros, empezó a alterarse. No importa, estaba previsto. Salimos. Apenas íbamos en la esquina, cuando otro pitbull (al parecer, macho), afortunadamente amarrado por su dueño, se pone agresivo intentando acercarse a Dolly. Ahí se desbordó mi miedo y me regresé a la casa.

Mis miedos no son infundados. Hace años, una pitbull atacó a un perro viejito que tenía, la agarré a patadas y no lo soltaba. Afortunadamente, le mordió puro músculo, pero la verdad, creí que Morrito, ahí quedaría.

Hace dos años, la misma perra, atacó a mi Dolly mientras mi novia la paseaba. La pitbull la mordió y la agarró como trapo. Tuve que aventármele a la pitbull encima para que la soltara. Tuvo algunas heridas pero afortunadamente la libró.

Espero, poco a poco, poder ir superando ese miedo.

Odio a los pitbulls.

El prejuicio de ir al psicólogo

Si tienes dudas sobre acudir a terapia… ¡Hazlo! Busca en Google los psicólogos de tu ciudad. Si tienes alguna crisis, en México, puedes llamar a SAPTEL (Sistema Nacional de Apoyo, Consejo Psicológico e Intervención en Crisis por Teléfono) al (55) 5259–8121.

Argentina es el país que más psicólogos per cápita tiene en el mundo: 200 por cada 100 mil habitantes. México tiene 12 por cada 100 mil. ¿Es mucho o poco? No lo sé. Pero sí muestra, parcialmente, el interés del país por la salud mental respecto a otros países.

He acudido a terapia psicológica en diferentes etapas de mi vida. Esta etapa es, sin duda, la más larga de forma continua. Durante mucho tiempo, he sido testigo y objeto de los prejuicios que hay acerca de las personas que acudimos a terapia, de la terapia, y de los psicólogos en sí. No me sorprende que los haya, pues existen prejuicios alrededor de cada aspecto de la vida, me preocupa que estos, alejen a las personas de buscar ayuda profesional para su salud mental.

Comentarios como «la solución está en ti», «¿estás loco?», «nomás vas a tirar el dinero», «tú eres tu mejor psicólogo», etc. menosprecian el esfuerzo de todas las personas que buscan en la atención psicólogica, ayuda para mejorar su situación mental y emocional. Escucharlas, jode y molesta.

El psicólogo es un profesional que ha estudiado durante años el comportamiento humano, y aunque por defecto, un psicólogo no es un terapeuta, la capacitación para convertirse en psicoterapeuta, definitivamente será una herramienta muy importante para superar cualquier circunstancia personal por la que estés atravesando.

Noches de ansiedad, noches de insomnio

No es raro el no poder dormir bien. Tampoco lo es dormir noche porque la mente sigue con cuerda aunque el cuerpo ya no. No es raro llorar, pensar, querer actuar.

Batallo mucho con el sueño: desde la posición en la que me acuesto, que a veces debe ser en un sentido, y a veces, hacia el otro, hasta el dormir, a veces cobijado, y a veces, destapado, sin importar el clima. Batallo con que es en las noches cuando tengo la energía de terminar muchas cosas que no hice durante el día. Batallo con que es cuando más pega la nostalgia.

Sin embargo, estos días (tres) experimenté algo que nunca había experimentado de esa manera. Una ansiedad extrema en la que tenía que mover las piernas para liberar energía. Una sensación de perder el control de mis piernas justo al empezar a quedarme dormido. Una sensación de dejar de respirar en cuanto cerraba los ojos. Hubo un día que sólo dormí una hora, porque justo cuando estaba a punto de caer, mi cuerpo brincaba para que me despertara. Lo hacía con miedo. Hubo ratos en que sentí que moriría. Son las peores noches que he pasado en los últimos años, o tal vez, en mi vida.

Según leí, en momentos de este tipo de ansiedad, por miedo a no controlar la situación y tu cuerpo, la mente actúa de esta manera, despertándote para que sigas en el control de tus pensamientos, de tu cuerpo y de tu vida. Afortunadamente, esta situación fue en decremento. El primer día fue el peor, y duró casi toda la noche, y al tercero, duró sólo una hora. Los últimos dos días ya he podido dormir bien.

He decidido, para ayudarme a esta situación, salir a caminar en la noche, o hacer un poco de ejercicio. Reducir mi ingesta de café (que en realidad sólo tomo frappuccino) y bajarle al uso del teléfono en la noche. A ver qué tal me va esta semana.

Jim Carrey y la depresión

No sé realmente si Jim Carrey dijo eso, pero la depresión ha sido un tema en los últimos años de su vida, así que es muy probable que sí lo haya dicho. De cualquier forma, esta frase me ha ayudado mucho en los últimos días. La frase no revela secreto alguno, es algo tal vez lógico, que uno lo sabe, que la psicóloga te lo dice, pero, no sé si sea la forma en que está escrita, el leerla me dio la motivación necesaria para hacer esas cosas sencillas que, cuando tienes depresión, no tienes las ganas ni la energía para hacer.

Lucho cada día en enderezar mi rutina, en mejorar mis hábitos y reducir mis vicios. No sé si casualmente, estos pasados tres o cuatro días, me he sentido mejor.

Días productivos, otros no tanto

Mientras salimos de esta madre, llamada depresión, tendremos de forma más notable, los picos y valles en nuestros días. Es decir, días muy buenos, y muy malos.

No hay duda que esta condición te hace menos productivo, ya sea por la pérdida de enfoque, de energía, de motivación. Por eso, es importante que, cuando tenemos un buen día, con energía e impulso para realizar cabalmente nuestras actividades, procuremos hacer un 200%. Es la única forma que encuentro para no retrasar tantos nuestros objetivos, proyectos y trabajo.

La clave es no perder el tiempo, y realizar todos los pendientes que hemos ido arrastrando. Leer una hora en lugar de media, ver dos capítulos en lugar de uno, terminar todos los pendientes de trabajo para comenzar en ceros al otro día. Porque si no lo haces hoy, mañana, quién sabe puedas hacerlo.