Hay periodistas en los que vale más su pluma que su palabra. Parece que se han creído demasiado eso del “cuarto poder” y buscan obtener recursos públicos a como dé lugar para mantenerse: dádivas, “chayote”, venta de publicidad a entes públicos, subsidios, etc. Parece que se han creído tan poderosos que en lugar de limitarse a informar y opinar, se suben al ring contra actores políticos con los que disienten en cada oportunidad. Caso reciente José Cárdenas con López Obrador. Porque una cosa es diferir en opiniones, y otra, utilizar a los medios para mandar mensajes que bien cabrían mejor en un correo electrónico. Mucho de esto es consecuencia del “chayote”.
Mal estamos cuando los medios de comunicación y los periodistas necesitan del recurso público para subsistir, porque la publicidad no alcanza y porque los lectores no pagamos. Porque los medios tradicionales perdieron relevancia o tuvieron que experimentar una migración a Internet y contra Internet. Muchos se convirtieron en prostitutas del click (click whores) que en búsqueda de una impresión más del banner, se dedican a publicar contenido sensacionalista irrelevante, a publicar bajo reglas del SEO (optimización para buscadores) y no de la RAE. No es una crisis local ni nacional, pero es una crisis que ha provocado que periodistas se vendan por $200 pesos. No hay libertad de expresión si no hay libertad financiera.
Hablando de prostitución, tampoco prostituyamos el concepto de periodista. Los que nos limitamos a opinar e intentar influir en el quehacer político, no somos periodistas. No importa que hayamos estudiado ciencias de la comunicación, no importa que el término del diccionario nos respalde. Bien dicen en House of Cards: “no es periodismo si no es investigación”.
Un periodista no debería buscar la imparcialidad, un medio tampoco debería pregonar la misma. Ni es creíble, ni es rentable. Sin embargo, cualquiera de los dos, deberían tener la libertad para respaldar cualquier proyecto, por coincidencia ideológica y no por interés económico. Demasiado arriesgan algunos periodistas como para ni siquiera tener asegurado el sustento. Por eso, como consumidores de medios, deberíamos tener un compromiso de pagar por la información así como pagamos por lo tangible. Pagar a quien nosotros queramos, pero preocuparnos por la sustentabilidad de quien nos informa.
Celebremos, hoy 7 de Junio, más que la libertad de expresión, la oportunidad de expresarnos de los que no vivimos del periodismo, de los que jugamos “a la segura” detrás de un escritorio o de un micrófono, porque el periodista de verdad, no tiene mucho qué celebrar.